Cristóbal Lamarca, Nicolás Irarrázabal y Francisco Godoy

A fin de darles un sello distinto a todos los alumnos, los primeros años en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Finis Terrae están muy orientados hacia el área conceptual, con el objeto de “borrar” cualquier idea preconcebida que tengan y así poder partir desde cero. En ese sentido, asegura Lamarca, la influencia para ellos fue notoria y durante su desarrollo profesional han tratado de combinar la funcionalidad y la exactitud dentro de sus obras, lo que es su prioridad, con el desarrollo de conceptos más abstractos, de diseño creativo. Irarrázabal acota que “nuestro sello radica en que aportamos una arquitectura muy sincera, que no busca ser un simple muestrario de técnicas que puedan resultar pretenciosas.

Por ejemplo, nos gusta ventilar una vivienda de manera natural, sin usar instrumentos o tecnologías tan avanzadas”. A nivel de arquitectura chilena, ambos sostienen que la denominada “arquitectura de mercado” referida a proyectos masivos, como los inmobiliarios, no siempre es de gran calidad, pues es un producto muy básico, donde no se investiga mucho y que tiende a ser muy repetitivo. Como contraparte, comentan que existen ciertas oficinas independientes, como la suya, que buscan diferenciarse y lograr una identidad propia.

Lamarca e Irarrázabal cuentan que cuando se encontraban realizando su proyecto de título, tuvieron su primer trabajo formal: el diseño de un restaurante. “Empezar desde abajo y como una empresa chica, implica que la propia obra debe ir abriéndose paso para permitir la llegada de nuevos clientes”, señala Lamarca.

Como equipo de trabajo, cada uno aporta desde su perspectiva. La idea, enfatizan, es ir agregando valor más que volver atrás una y otra vez. Y en ese sentido, hay principios o ideas, incluso una filosofía de trabajo, que no se transan. “Degradar un barrio por el solo hecho de levantar un edificio, me parece un error”, sostiene Irarrázabal. Ambos arquitectos enfatizan que el desafío ciudad pasa por generar espacios más armónicos y orgánicos dentro de Santiago, ya que la presión inmobiliaria ha llevado a una permanente expansión del radio urbano.

En Casa Curicó se diseñó en base a las características del lugar, su orientación,
vistas y la potente presencia de un bosque de eucaliptos que ocupa prácticamente
la mitad del terreno.

“Creo que hay que ocupar mejor los espacios, lograr una mayor vida de barrio. Por ejemplo, ocupar las plazas, algo que hoy no se hace”, afirma Irarrázabal. Eso sí, agrega que sí hay comunas como Vitacura que están experimentando un cambio positivo a partir de la construcción de edificios más pequeños, que se erigen a una escala bastante más agradable. “Estas construcciones dejan áreas verdes hacia la calle, por lo que sí son un aporte a la ciudad”, sostiene.

Lamentablemente, el papel que juegan actualmente los arquitectos en este sentido es muy poco protagónico. Incluso, más allá de un par de universidades tradicionales, el resto de la academia no tiene mucha influencia y participación en el diseño de la ciudad. Sostienen que hoy en día prima mucho el tema económico. “Hay pocos arquitectos diseñando ciudades, pero hay muchos ingenieros y abogados construyéndolas; ahí hay un error de pensamiento”, critica Irarrázabal.

123 CUA Arquitectos se dedica a levantar obras de diversa índole, donde destacan principalmente viviendas particulares y restaurantes, además de capillas, colegios, internados, restauraciones patrimoniales en adobe y diseño de muebles.

Casa Curicó.

La Sala de Arte Colegio St. Andrews destaca por su espacio luminoso.

“Hemos abordado proyectos muy desafiantes en términos de paisajimo y restauración, además de diferentes tipos de casas y colegios, por ejemplo, lo cual abre un campo muy interesante y que no nos limita a ningún ámbito en específico”, señala Lamarca. "No rechazamos proyectos por su tamaño, precio o porque se vean aparentemente ‘menores’; nos interesa que sea un desafío interesante, algo inusual”, añade.

Un proyecto que destacan es una casa que diseñaron en Curicó, en 2009 junto a Germán Lamarca G. Se trata de una parcela de agrado, sin vecinos próximos, que se diseñó en base a las características del lugar, su orientación, vistas y la potente presencia de un bosque de eucaliptos que ocupa prácticamente la mitad del terreno. Ambos profesionales explican que se elaboró una “casa chilena” cuya estructura espacial simple permitió que todos los recintos tuviesen directa relación interior-exterior, reforzando así el concepto del espacio intermedio.

“Es una casa muy entretenida y que responde muy bien a todos nuestros principios de diseño, distribución y relación con el entorno. Fue uno de nuestros primeros encargos libres, lo cual supimos valorar mucho, pero al mismo tiempo era bastante complicado, porque recién estábamos empezando”, agrega Lamarca.

Para estos compañeros de trabajo, que además están vinculados al ámbito académico, desarrollar la relación con cada uno de sus clientes es fundamental, sobre todo en aquellos casos en que se puede llegar a convivir con ellos por espacio de tres años. “El cliente debe participar del proyecto como un integrante más del equipo”, concluye Irarrázabal.