¿Cómo observa el desarrollo de la arquitectura en Chile durante las últimas décadas?
Yo estudié en los años sesenta, una época en donde todavía existía, en la arquitectura mundial, un cierto acuerdo en relación a lo que tenía que ser la arquitectura y el urbanismo, consecuencia del Movimiento Moderno que surge en los años 20. En este sentido, uno trabajaba sobre bases mucho más seguras, lo que garantizaba cierta cohesión y la posibilidad de juzgar qué era bueno y qué malo. Luego, hacia fines de la década del sesenta, mueren los principales exponentes de la arquitectura moderna, lo que produce un vacío.

Con todo, la arquitectura moderna se había equivocado en su planteamiento sobre las ciudades, generando muchos edificios aislados, que no reconocían los espacios públicos y no contemplaban al peatón; ciudades tipo Brasilia, que están hechas para moverse en vehículo.

En los setenta aparece con fuerza Luis Kahn, que busca unir el modernismo con la historia. Logra muy buenos resultados, pero otros derivan luego en el postmodernismo, una corriente que generó una época muy mala para la arquitectura y que entró con mucha fuerza a Chile en los años 80, con imitaciones burdas. Después de este período vino casi la nada misma para la arquitectura mundial, Chile incluido, un período de gran indecisión y de intentar encontrar el camino perdido que permanece hasta ahora.

¿Qué factores determinan la arquitectura en la actualidad?
Lo más trascendental es que tenemos el advenimiento del mundo electrónico y de la tecnología en general, que cambia la forma de vivir en las ciudades. El modernismo trajo consigo la estandarización, mientras que la aplicación de la tecnología actual permite diseñar piezas únicas. Se trata de nuevas posibilidades, que ha costado mucho instalar en la arquitectura, pero desde donde están apareciendo ciertas iniciativas que dan una luz de esperanza. Tenemos además toda la preocupación por el medioambiente y el ahorro energético, que tienden hacia una nueva arquitectura y que, si bien en Chile está recién comenzando, en Europa es una realidad desde hace más de 20 años.

¿Cuáles son los principales errores que subsisten en la arquitectura en Chile?
Existe una sobreexplotación del uso del vidrio en edificios, un planteamiento en torno al muro cortina que viene del modernismo y que no responde a las exigencias térmicas y de ahorro de energía presentes hoy día. Tenemos que en el verano el interior de estos edificios recibe una cantidad de calor inmensa, donde es necesario aplicar mucha energía para enfriarlo a partir de aire acondicionado; esto, además de un exceso de luz que es necesario mitigar para que los usuarios puedan ver las pantallas de sus computadores.

Por otro lado, tenemos que todo el gasto energético de estos edificios está resuelto en base a combustibles fósiles, como el petróleo, el gas y el carbón, altamente dañinos para el medioambiente.

Ahora, si bien la tendencia hacia el muro cortina está empezando a disminuir, tenemos construcciones emblemáticas a nivel mundial que lo siguen utilizando masivamente, como es el caso de las torres en Dubai.

¿Cuál es su propuesta en este sentido?
Hace varios años vengo trabajando en el desarrollo de una solución para las caras oriente-poniente de los edificios, a la que he denominado "doble piel vegetal", que consiste en aplicar una capa vegetal que va por fuera del cristal y que reduce la cantidad de sol que entra a la construcción, temperando naturalmente el ambiente y disminuyendo considerablemente el uso de aire acondicionado.

Por otro lado, se trata de dar un ambiente más natural a las construcciones, asociando una vegetación que va cambiando de colores y de formas a una construcción que es sólida y estática en el tiempo, pero que florece gracias a esta "piel vegetal". Es ayudar a volver a un entorno más natural, donde la cuidad vuelve a ser verde.

¿Cómo funciona esta solución?
La idea nació de la costumbre de instalar parrones en las casas. Lo que hice entonces fue trabajar con parrones verticales, donde la técnica consiste en instalar un muro perforado, separado en una distancia de 1,40 m aproximadamente, paralelo a una membrana que tiene por objetivo conducir la vegetación, la que corresponde a una enredadera del tipo bugambilia o flor de la pluma, que se ubica en jardineras que se instalan cada tres o cuatro pisos. De esta forma, entre ambos muros se produce una capa de aire que asciende producto del calor. Además, estas jardineras se riegan con sistema gota a gota, lo que es muy eficiente en términos de uso del agua.

Mi objetivo ahora es encontrar un proyecto donde, con el mismo principio, pueda usar árboles, los que tienen la particularidad de que pueden sostenerse en su misma estructura, sin necesidad de aplicar una membrana especial, lo cual implica que podría ser más barato. Lamentablemente, me ha costado mucho poder aplicar esta idea a un proyecto concreto porque el chileno suele ser muy conservador en sus gustos y le cuesta aceptar innovaciones de este tipo.